Los colimenses han lamentado la muerte de ocho gobernadores a lo largo de 163 años, refiere el historiador Noé Guerra, quien relata lo ocurrido en la entidad tras estos hechos traumáticos.

Los años han dejado historias trágicas de quienes han ocupado la titularidad del Poder Ejecutivo del estado, con la muerte de ocho gobernantes durante su gestión o en los meses previos a iniciar o posteriores a terminar su encargo, llegando a generar una gran conmoción en la vida política estatal.

“A lo largo de 163 años que tiene constituido el estado de Colima, hemos tenido que lamentar la muerte trágica de ocho gobernadores”, refiere el historiador Noé Guerra en entrevista con la revista Decisión 2021.

Estos ocho fallecimientos se pueden catalogar dentro de tres periodos de tiempo: en la Reforma, el Porfiriato y en la etapa contemporánea, y aunque algunos de ellos no representaron un cisma, otros tuvieron un gran impacto en la vida política colimense.

La Reforma

Esta historia trágica de los mandatarios colimenses inició con el primer gobernador colimense, Manuel Álvarez, quien tomó posesión del cargo en julio de 1857 y fue asesinado al mes siguiente durante un motín en el centro de Colima.

Otros dos gobernadores colimenses corrieron con la misma suerte en los años posteriores: José Silverio Núñez y Miguel Contreras Medellín, quienes murieron en combate durante el conflicto armado de la época.

La lucha entre liberales y conservadores creo una crisis política en el estado, señala el historiador, en parte por el asesinato de Manuel Álvarez, a quien ve como la figura que pudo haber evitado esa turbulencia si ni hubiera muerto.

“Fue un momento de mucho atraso para Colima. Todo eso yo considero que se pudo haber evitado si no hubieran matado al gobernador, porque era un tipo poderoso económicamente, con mucha solvencia moral, con mucho arraigo, con mucho poder”, afirma.

El Porfiriato

Durante la dictadura de Porfirio Díaz, en Colima fallecieron dos gobernadores: Francisco Santacruz Escobosa y Filomeno Bravo, el primero a causa de una depresión por el asesinato de uno de sus hijos y el segundo por aparentes cuestiones políticas.

De acuerdo con Guerra, Santacruz Escobosa murió en su finca en Cuyutlán en 1902 durante su mandato y fue sucedido por su secretario general de Gobierno, Octaviano O. de la Madrid, por lo que no se dieron cambios en el poder.

En el caso de Filomeno Bravo —quien en 1958 le perdonó la vida a Benito Juárez en Guadalajara, previo a su llegada a Colima—, por el contrario, sí ocurrieron cambios en Colima, algunos de ellos aún visibles en la actualidad.

En 1877, cuando Bravo era gobernador, ocurrió un golpe de estado que llevó a Doroteo López al poder. Su enojo inició una persecución desde el centro de Colima hasta Minatitlán, donde fue ahorcado.

“Él andaba molesto por esta situación y en ese resentimiento llega a oídos de quien ocupaba la gubernatura interina y tratan de callarlo y lo callan definitivamente, como enemigo del gobierno”, señala Guerra.

Pese a eso, la llegada de Doroteo López al gobierno, con respaldo de Porfirio Díaz, significó una etapa de cambios para Colima, pues fue durante su administración cuando comenzó la edificación del Palacio de Gobierno, los portales del centro de la capital y el Jardín Libertad, así como puentes y calles aledañas a esa zona. Además, comenzó con la construcción de lo que se convirtió en la sede del 29 Batallón de Infantería y la 20 Zona Militar, en la hoy Calzada Galván.

“Quizás para bien, se da un cambio porque viene Doroteo López con un importante apoyo por parte de Porfirio Díaz porque es quien inicia obras importantísimas. Ahí el cambio fue para bien dado que Filomeno Bravo mantenía las cosas todavía en incertidumbre”, explica el historiador.

Colima contemporáneo

Ya entrado el siglo XX, en septiembre de 1973, falleció el gobernador Antonio Barbosa Heldt, apenas 43 días antes de tomar posesión del cargo, en un aparente suicidio que fue seguido por la sospechosa muerte de algunos de sus allegados.

“Es el único gobernante que tenemos registrado como un aparente suicidio, y digo aparente porque en torno a esto hay muchas dudas de ese dictamen”, dice Guerra.

Su muerte permitió la llegada de Arturo Noriega Pizano a la gubernatura, un personaje que figuraba en la esfera política del PRI, pero a quien no se le veían posibilidades de conseguir la candidatura, indica el historiador.

Sin embargo, con el apoyo del gobierno federal, Noriega Pizano consiguió realizar obras en el estado, entre ellas la reubicación de la Feria de Colima y el Cereso en La Estancia y la hoy Avenida Niños Héroes; la construcción de la Casa de la Cultura de Colima y la colonia Infonavit en la capital del estado, así como unidades habitacionales en Manzanillo y la carretera a Comala.

“Hubo un cambio para bien, aquí quiero pensar que el gobierno federal, tratando de legitimar y de darle fuerza al gobernador, le permitió obras importantes”, detalla Guerra, quien agrega que Barbosa Heldt no habría conseguido realizar esas construcciones.

“Yo creo que no (se habrían hecho las obras), porque venía con una inercia que iba a continuar igual, pero como se dio ese cisma en razón de la muerte, también había que fortalecerlo, porque otros grupos aquí en Colima estaban moviéndose muy fuerte para inestabilizar al propio gobernador, entonces había que fortalecerlo. ¿Con qué? Con trabajo político”, explica.

Para el siglo XXI, los colimenses volverían a vivir la muerte de sus gobernantes. Primero con Gustavo Vázquez Montes, en un accidente aéreo, y posteriormente con su sucesor, Silverio Cavazos, quien fue asesinado al año siguiente de dejar el cargo.

Ambos tuvieron que buscar capitalizar lo realizado durante la administración previa, encabezada por Fernando Moreno Peña, en medio de un clima de incertidumbre general, primero por la anulación de la elección de 2003, y luego por la trágica muerte de Vázquez Montes.

La situación del estado cambió, sobre todo tras el homicidio de Cavazos afuera de su domicilio en 2010, y lo hizo para mal, opina el historiador, pues Colima comenzó a caer en las métricas de calidad de vida y a subir en indicadores de violencia.

“El hecho es que Colima se vio diferente a partir de ese momento, a partir de esos acontecimientos. Ya con Silverio, lamentablemente, la situación social involucionó, porque de estar en la punta de los rankings positivos de calidad de vida a nivel social, caímos al lado contrario”, sentencia.